
POEMARIO
El ser creativo crece en el mismo instante en el que
amplía su estado de consciencia
Allí dónde pierde el nombre mi vientre...
F
ue la vid quien hurtó a la rosa, escudera de los versos, la armadura de la prosa. Fue su fruto incandescente quien tornó en colmillo el diente. Allí donde pierde el nombre tu vientre, muda de piel la serpiente, cuán valiente el que se adentre donde ya no existe sangre alguna que caliente. Se enhebra en tus entrañas la culebra, con lágrimas, corazón lo celebra, se derrama hasta entrepierna… el semblante sonriente es bicéfalo y consiente, que aflore del agravio la efeméride.
Expresiones de la danza...
El blanco dijo al negro que la noche se hizo día. La sombra a la luciérnaga que era lúcida la ciénaga. El círculo al triángulo que las rectas eran bulo.
El cráter dijo al monte, que eran hermanos siameses, dependiendo solamente de dónde estuviera el norte. Dijo incluso, un plebeyo a su consorte, sin nosotros no tendrías ni corona ni tu corte. Un tullido a un bailarín, exprésale en alabanza, somos solo diferentes, diferentes e inherentes, expresiones de la danza que se viste de balanza.
Su nuevo laberinto...
S
uspiraba la falange soñando que a su alcance se doblaba la bisagra. Consagraba con sus yemas el reverso de sistemas, denostando teoremas.
En su nuevo laberinto gobernaba el guardagotas, rodeado por las normas, apiladas, todas rotas. Revertía el día a día, pretendiendo brujería, confiando en que sería así posible que algún día, ella le dijera al cabo, que realmente le quería.
Que la chispa inesperada...
H
ace cuanto que no le haces el amor a los satélites? Hace cuanto que no escupes a las llamas confiando en que la chispa inesperada sea fuente de galaxias. Hace cuanto que te ciñes a las órbitas, que te aceptas del marcado norte sumiso consorte. Hay un riesgo de amapola en el quinto anillo de tus sueños. Hay un rostro enmarañado en aquel inquieto planeta. Cinco dígitos altivos se proclaman fugitivos, y asesinan al espacio, coronando su semblante en esencia de diamante. En las sienes martillean, los ingrávidos futuros que se sienten universo.
Nadie entiende...
E
l sarcófago de hechizos eterniza su desvelo despeinado en cloroformo. Azul. Tan abstracto que acongoja y, según llega, de aspavientos nos despoja, se está ahogando de impaciencia. Se han curvado los reflejos, apelamos al sarmiento desde agallas desecadas, me derramo entre tus muslos cual cascada de simiente insoportable. Injerto entre tus pechos el junco que te habrá de sostener entre dudas y marismas. Nadie entiende, las lágrimas de los peces.
Consciente...
E
l ojo es la nuca de nunca jamás. El rostro enterrado es la costra postrada ante el llanto carente de párpados, cíclopes tuertos, ríos de lágrimas, consciente el afluente, el cauce claudica. Hay tres paquidermos jugando a pirámides, no saben que saben, más sienten que sienten que pueden ser vientre de ángulos rectos que urgen de arista de curva y de comba. La cúpula aborrece del mercurio y envuelve al amor atado, amoratado.
Serán para siempre verso y trazo...
A
un soldado el sol le ha dado la videncia de las caras que regalaría el dado. Apostaron dos amantes, apostados a ambos lados, en los opuestos costados del reinante de los astros, que serían para siempre verso y trazo, tierno abrazo. Y brotaron de su pacto primaveras callejeras, festivales de zarzuelas, carcajadas, duermevelas. Dos amantes encontrados tras mil años de buscarse y desearse cual candado, que requiere de su extremo que se asoma ahí al lado, y una vez que se ha insertado, serán llave y certidumbre, serán luz que todo alumbre.